sábado, 3 de agosto de 2013

Fondo Monetario Internacional: ¿Qué hacemos con España?

Enterrémosla, parecen contestarse los sesudos analistas del Fondo. Enterrémosla para que no hieda y no contamine la recuperación y el crecimiento de los países de vanguardia de la Unión.
No cabe la esperanza dentro del sistema para España. Es lógico pensar, aunque siempre asalte la tentación suicida de mirar para otro lado, que nuestro sistema económico en el que se sustenta nuestro modelo de convivencia política y social está agotado. Totalmente agotado.Asfixiado.
Se nos propone desde este organismo internacional, cuya solvencia técnica podría compararse con los irrisorios presagios de cualquier vidente televisivo, que nos impongamos algunos sacrificios más, que a resultas son más de lo mismo: la bajada de salarios acompañada de algún aderezo "plus"..
Sobre sus atronadoras -por los batacazos tan sonoros-  previsiones más nos convendría darles el poco crédito que merecen por adivinanzas y visiones infundadas, reitero, que cualquier otra consideración más elevada. El organismo va de fracaso en fracaso, el éxito se le oculta para mayor de nuestros infortunios, pesares y sufrimientos. A la postre basta un fingido "me equivoqué", tan de moda hoy en boca de altos dignatarios que no va más allá del sonrojo porque las cabezas siguen en su sitio.
El anuncio del Fondo Monetario Internacional acaba con cualquier atisbo de esperanza en la recuperación española. Pretender que un nuevo sacrificio por parte de los trabajadores, en torno a un diez por ciento de sus menguados salarios, para conseguir una exigua bajada de las cifras del paro -alrededor de un seis u ocho por ciento en 2016- y, seguidamente, afirmar que la economía española no será capaz de crear riqueza bruta más allá de un uno por cien anual de media hasta el 2018 es, francamente, una previsión desoladora. Un mísero uno por ciento y con periodos de estancamiento e, incluso, de probable recesión. Demoledor. Es para echarse al monte. Da ganas de hurgar en las boyantes cuentas nutridas de beneficios,  participaciones y salarios fuera de lo común para relativizar el esfuerzo colectivo y solidario y de una vez enfocarlo de forma pormenorizada y personalizada. No sé si es peor -dirán los más avispados de ellos- hurgallo que meneallo.
Está perdida la esperanza entre los papeles y papeles de los informes y contrainformes del FMI. El sistema está liquidado. No puede contarse con la activa participación de la población porque ya no cree en un proyecto falseado, adulterado y mangoneado por unos cuantos que ya no representan lo que dicen representar. Ya no hay confianza. Se ha roto el vínculo, se ha desmoronado la credibilidad porque los cimientos han cedido, no pueden soportar tanto peso por tantas mentiras y  traiciones y demasiadas deslealtades y frivolidades.
Sin embargo, alentador, surge contradictorio el deseo racional de cambio. Un cambio profundo, regenerador, reparador que no puede canalizarse por personas que son hoy la imagen del sistema; pero, en cambio, sí son imprescindibles hombres y mujeres nuevos que hagan aflorar el principio de la gran transformación que ha de abrirse paso... Y lo hará a cualquier precio.

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